Tanio era un ruco bien rutinario. Aveces se bañaba, la verdad era medio cochino, luego se vestía, iba a la cocina y abría la ventana. Luego sacaba una ollita, le ponía agua, prendía la estufa y ponía a calentar el agua para su café mañanero.
En lo que se calentaba el agua Tanio salió a recoger el periódico y se sentaba a ojearlo, como que empezaba a checar que noticias estaban buenas para después leerlas ya tranquilamente acompañado de su rico cafecito.
Pero al estar leyendo la editorial del periódico empezó a bostezar. Le agarró un sueño de esos de que cierras los ojos, los abres como a medias pero te vuelves a dormir, como que algo te jala y hace que te duermas. Total que Tanio cayó profundamente dormido. Se escuchaban sus asquerosos ronquidos y hasta se la salía la baba de la boca.
De pronto se vino una fuerte ráfaga de aire. Se podía escuchar como se movían los árboles de un lado a otro, como golpeaban con la pared de la casa de Tanio. Las puertas también se golpeaban y los vidrios se retumbaban. La ráfaga de aire logró colarse por la cocina, ya que Tanio había dejado la ventana abierta.
La ráfaga de aire alcanzó a apagar la flama de la estufa.
Tanio estaba bien dormido. Mientras tanto el gas se estaba escapando pero como Tanio no tenía buen olfato pues no percibió ningún olor raro. Después de unas horas Tanio parecía que seguía profunadamente dormido pero no. Tanio estaba ya muerto, se había intoxicado con el gas.
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